LA ENTREGA DE JESÚS, Mateo 27:1-2

“1Muy de mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron la decisión de condenar a muerte a Jesús. 2 Lo ataron, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato, el gobernador.” NVI
entrega de Jesús
EL PADRE ENTREGA AL HIJO en manos de los hombres, lo pone bajo su poder. Israel, representado por las autoridades, decide llevar a Jesús a su muerte, y lo conduce ante Poncio Pilatos a fin de que confirme su sentencia. Jesús se ha puesto en sus manos, sin oponer resistencia, porque ama a su Padre. Así como Isaac en manos de Abraham, quien caminó obedientemente hasta el lugar del sacrificio. El Padre ha querido someter al Hijo a padecimientos, entregándolo para consumar su plan redentor. Asimismo, Jesús espera tu entrega de vida, a fin de que poniéndote en sus manos, él cumpla su propósito en ti.
El Evangelio según San Mateo señala en diversas ocasiones la entrega del Hijo para muerte (Cf. 17:22; 20:18; 26:2; 26:16; 26:21; 26:24; 26:45; 26:43). En el capítulo 27 describe como los judíos entregaron a Jesús en manos de Poncio Pilatos a fin de que el gobernador romano ratificara su sentencia de muerte. La entrega del Hijo fue un hecho que impactó el corazón del evangelista, y que ahora hemos de considerar, procurando entender lo que su entrega significa, a fin de que su propósito se cumpla y le entreguemos el corazón.

En manos de los hombres
El siervo sufriente que es descrito magistralmente, inspiradamente, por el profeta Isaías se cumple en Jesús. Él fue despreciado y desechado, sus discípulos escondieron de él el rostro, fue menospreciado por su propio pueblo. Israel, como ovejas descarriadas que se apartaron por su propio camino, levantó su voz en contra de su Pastor y lo condenó a muerte. Las manos de Jesús fueron protectoras, sanadoras, salutíferas; las manos de su pueblo se mancharon de sangre del Cordero, fueron manos de muerte. Se rebelaron en contra del autor de la vida. Quien fue creador con el Padre, sustentador y regenerador, es condenado a morir. Vez tras vez les habló de la dureza de su corazón, su hipocresía, su amor al poder y al dinero. Fue la palabra que no quisieron oír y levantaron su mano en contra de él, juzgándolo como criminal y sentenciándolo a morir como blasfemo.
Israel representa a la humanidad. El Apóstol San Pablo nos dice que no hay justo ni siquiera uno, porque todos nos hemos descarriado como ovejas y que la paga de nuestro pecado es muerte. El pecado del hombre es transgredir los mandamientos divinos, romper la relación con su creador, hacer lo malo, sabiendo hacer lo bueno. El pecado dejó a los judíos endurecidos, llegando a levantar la mano en contra del hijo de Dios.

Su entrega es voluntaria
Jesús se entrega voluntariamente. Las autoridades judías creían que su voluntad se estaba imponiendo sobre Jesús, pero es él quien de manera voluntaria y humilde, se entrega en manos de sus captores, es por eso que no recurre a los ángeles para que lo defiendan. Está dispuesto a obedecer a fin de que se cumplan las Escrituras y la voluntad de su Padre. Jesús se entrega por obediencia a su Padre y por amor a los hombres. Sabe que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados y está dispuesto a que la suya se derrame si es el precio que hay que pagar por la regeneración de la humanidad.
La entrega de Jesús fue la culminación de un propósito que los judíos habían buscado desde tiempo atrás. La entrega de Jesús fue un acto de su propia obediencia al Padre y de su amor por el hombre, porque Jesús se ve a sí mismo como la oveja que es conducida al matadero, llevando sobre sí los pecados de la humanidad. Pero, en su soberanía, es Dios quien está tras la entrega de Hijo, como fue prefigurado en la entrega de Isaac por Abraham. Sacrificio que se consumó porque Dios se agradó de Jesús, su entrega tuvo como fin su muerte en el Calvario.

El Padre entrega al Hijo
Lo entrega por amor a los hombres. Isaías nos dice que el cordero es sujeto a quebrantamientos y padecimientos. El Sanedrín ha lastimado a Jesús, lo ha escupido y golpeado, lo han ofendido. Su quebrantamiento fue mucho más que físico, fue total. El quebrantamiento del Hijo y su padecimiento estaban en la voluntad del Padre, porque es el Padre quien entrega al hijo como ofrenda por los pecados de la humanidad. Su entrega tiene como horizonte la muerte, pero como fin la vida, dado que el propósito regenerador del padre se está cumpliendo en él. El advenimiento de la nueva era que los judíos esperaban con la llegada del Reno de Dios, se ha iniciado. La era en que el pecado es perdonado, el hombre es regenerado y la historia encuentra su cumplimiento, a fin de que toda la creación vea la gran obra de reconciliación y restauración. Hasta aquí debemos subrayar tres lecciones: 1) Los hombres entregan al Hijo a muerte por su pecado; 2) Jesús se entrega voluntariamente por obediencia a su Padre y por amor al ser humano; 3) el Padre entrega al Hijo como cordero pascual para la redención de la humanidad y el cumplimiento de sus propósitos eternos, porque ama sacrificialmente.
Jesús espera que los hombres retribuyan su entrega con entrega, amor con amor, su obediencia con seguimiento, su muerte con muerte y su resurrección con nueva vida. Es decir, la entrega de Jesús, así como el pacto de Dios con Israel, son recíprocos. Dios mismo ha dicho desde la antigüedad: “dame, hijo mío, ti corazón” y en labios de Jesús dijo al hombre: “Sígueme”.
Reiterémoslo, si Jesús se ha entregado es por nosotros, él espera nuestra entrega a él. Es la invitación que Él hace al hombre y que constituye la médula del discipulado y el reino de Dios. El espera que tú y yo nos entreguemos a él, es decir, nos pongamos a fin de que el pueda lavar nuestras heridas, restaurar nuestra vida, sanar nuestras enfermedades, abrir nuestros ojos, hacer latir nuestro corazón. Él espera nuestra entrega a fin de que en reciprocidad a la suya pongamos todo nuestro ser en sus manos de amor y misericordia, para que en el hueco de su mano atravesada por los clavos de su sacrificio, él regenere nuestras vidas, perdonando nuestros pecados y liberándonos de su poder opresor. La fe cristiana tiene su origen en esta entrega de reciprocidad. La entrega de Jesús espera nuestra entrega. Su juicio y condena esperan nuestra entrega total. Es decir, hay que poner en sus manos la mente, el corazón, la voluntad, las actitudes, los sueños y las expectativas. Él quiere regenerarnos.
La entrega de Jesús espera tu entrega. Dale tu vida a Cristo, ponte en sus manos y el cumplirá su propósito de vida en ti. Amén

Domingo 14 de febrero de 1988

Publicado por rafapolab

Doctor en Filosofía por la UNAM y candidato a Ph.D. en PRODOLA

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